sábado, 9 de julio de 2011

TESOROS- La sauvignon blanc de Nueva Zelanda


Todo se vuelve mágico e intrigante cuando un amigo te cuenta que su padre puede tener un tesoro y no lo sabe. Esto me ha pasado a mí con un “tesoro vinícola”, de aquellos en forma de botelleros de más de 600 botellas en un garaje destinado a proteger el coche y guardar los trastos que no caben en las casas. Botellas de viejas añadas, de países lejanos, de blancos, de rosados, de tintos; pero todas con una incógnita: ¿En qué estado se encuentran? Un garaje no es el sitio más idóneo para la conservación correcta de los vinos, ya que hay ruidos, olores desagradables, y temperaturas y humedades muy variables.
Pues la respuesta es clara: algunos evolucionan muy rápidamente pero con unos atributos positivos, y otros lo hacen recogiendo las dificultades de una crianza en botella inadecuada.
Después de estar contemplando y admirando muchas de las botellas allí “expuestas”, nos decidimos por descorchar un par de ellas, que pensábamos iban a estar en su fase de declive por su aspecto “no correcto”:


Sacacorchos de aire para extraer tapones frágiles


 -   Un rosado o posible “clarete” de la zona madrileña de Arganda del Rey de 1999, elaborado con las uvas malvar y tempranillo, con claros signos de decadencia: color muy apagado y velado, olores a acéticos y fruta podrida, y una boca sin intensidad, frescura, y rasgos varietales.
       -   Un blanco de Nueva Zelanda de 1994, elaborado con la afamada y triunfadora uva sauvignon blanc. En un principio, pensábamos que a causa de unas fugas del vino a través del corcho por las altas temperaturas en el garaje, el vino tendría claros signos en nariz a “picado”, pero después de descorcharla cuidadosamente con el sacacorchos de aire a presión, la cosa cambió.


      Su color en la copa denotaba claros signos de una evolución acelerada, tal vez a causa del contacto del líquido con el oxígeno, como ya nos mostraba el corcho extraído con manchas longitudinales de fuga hacia el exterior, pero sin embargo, presentaba un brillo característico de juventud y acidez presentes, que nos daba una pizca de esperanza de lo que nos podríamos encontrar en nariz y boca.
Efectivamente, la nariz fue la gran triunfadora, de gran intensidad, golosidad y elegancia. Aromas limpios y complejos a mieles, orejones, higos, melocotones rojos en almíbar, confituras, y un fondo del caldillo de la lata de los espárragos blancos; es decir, una nariz de pastelería en sus labores, que dejó atrás los comunes olores de la sauvignon blanc joven de la Isla del Sur (Marlborough Region) de Nueva Zelanda a grosellas, zanahorias, frutas tropicales, tila y espárragos. Son aromas que me recordaban a los grandes vinos dulces húngaros, como son los Tokaji, tal vez originados por una concentración de azúcares en botella que posiblemente ocasionó una fermentación en su interior, debido a las altas temperaturas en ese garaje. De todas formas, ¡¡bendito plus de azúcares!!
La boca no tuvo tanta suerte. Entrada floja, aunque golosa; recorrido graso y con un punto de astringencia media; una acidez marcada pero no molesta; y con aromas en el retrogusto a cítricos y salinos.
Con este artículo, se abre un nuevo apartado en este blog al que llamaré TESOROS, destinado al descubrimiento y disfrute de vinos de viejas añadas que pueda “atrapar”, para contarles en qué estado se encuentran según sus parámetros organolépticos. Estos reportajes llevarán en su título la palabra “TESOROS” seguido del resto del título.
De momento, habrá que seguir haciendo visitas a ese garaje para continuar abriendo el “cofre del tesoro” y ver qué ocurre.
¡Saludos y salud para todos!

1 comentario:

  1. Curiosa evolución la de esa botella. Espero que en futuors "tesoros" haya más suerte y a la nariz le acompañe una fase gustativa disfrutable.
    Un abrazo
    Vicente

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